Una temática que siempre aparece en los talleres y Formaciones que doy sobre el Transgeneracional, es la profunda y genuina preocupación de trabajar el árbol genealógico para cortar las programaciones para que nuestros hijos no hereden estos circuitos de repetición. Un tópico muy interesante porque apunta al nudo más importante de la terapéutica a través de la lectura del árbol.
Cuando pensamos en querer ahorrarles a nuestros hijos las historias de dolor, de sufrimiento o repetitivas de nuestro árbol genealógico, lo hacemos justamente considerando un “tiempo cronológico” y el tiempo del transgeneracional es un tiempo detenido y siempre presente.
Cuando comenzamos a abrir las historias, se develan los archivos que contienen paquetes de información actuando automáticamente de manera inconsciente.
El Árbol funciona entonces como un organismo vivo en interacción con todos los campos de información de otros sistemas y el medio ambiente y entonces cuando comenzamos a ordenar esa información desde la conciencia, también comprendemos la responsabilidad de conocer las programaciones y poder elegir entonces con más libertad.
“No voy a educar a mis hijos como mis padres lo hicieron conmigo”
“No quiero repetir la forma en que mis padres me criaron”
Esta es la frase más recurrente que escucho en las consultas. Y yo también la he dicho en varios momentos de mi vida. Ahora bien. Esta es la manera más efectiva de perpetuar los mismos patrones. Actúo con menos libertad, pues los parámetros que me guían en los valores para la crianza, tienen que ver con los temas que no han quedado resueltos o integrados en mi propia vida o para todo el sistema familiar.
¿De qué manera se perpetúan los programas familiares?
Los programas familiares son bipolares o duales. Imaginen el movimiento de un péndulo en forma lineal. La misma fuerza lleva al péndulo de una punta a la otra delineando el trayecto de todo una programación. Podríamos decir que se puede tomar conciencia de cuánto estoy polarizado/a en un programa. Cuanto más opuesto, con más fuerza el péndulo me va a mostrar su lado opuesto.
Ejemplo de opuestos.
Presencia – ausencia.
Abandono – protección
Afecto – desamor
Cuidado – descuido
Violencia/abuso- victimismo
Esfuerzo y sacrificio – vagancia o negligencia/carencia
Etc.
Vamos de apoco:
Entonces, ¿por qué digo que de esta manera, voy a perpetuar un programa familiar inconsciente?
Porque voy a tomar como punto de referencia aquello que para mí fue un exceso o una carencia. Y entonces voy a estar en conflicto o en resistencia con mi propia historia. Sostengo entonces, que la infancia que tuve tendría que haber sido otra infancia. Entonces no la acepto.
Es importante, como un nuevo paso, aceptar que “no acepto”. Que hubiera deseado que algo hubiese sido distinto.
Aquí, el punto de partida para la toma de conciencia. Simplemente… NO ACEPTO. Y no me detengo a buscar más explicaciones.
Aunque me diga las mejores evasivas, como por ejemplo, que mis padres hicieron lo mejor que pudieron, aún sostengo en el trasfondo un dolor por lo que no tuve, por lo que esos padres no vieron en mí, por lo que no pude decir, por lo que no pude hacer. Una herida vivida como niño, niña. Un niño herido que convive con nosotros adultos y aún pide que se autorice y se reconozca su dolor. Entonces no se trata de buscar culpables, sino de darle la palabra a un niño silenciado.
Y este dolor queda guardado pero está presente en cada acto y decisión que tomo cuando quiero criar a mis hijos distinto de cómo lo hicieron conmigo.
Y nos sentimos fracasados o con culpa cuando nos hayamos otra vez repitiendo los mismos patrones y vemos como éstos insisten.
Y, claro, entonces digo y hago lo mismo que hacían mis padres…
Cuando nuestro norte en la relación con nuestros hijos sigue siendo la carencia y el exceso que viví en mi infancia, sigo sosteniendo el mismo patrón por la negativa.
Es decir, copiar la misma fotografía del negativo al positivo reparar mi propia historia, y entonces así sin quererlo conscientemente, imprimimos la historia de nuestras frustraciones, de nuestras expectativas.
Así, la descendencia hereda una manera de percibir la vida: una cosmovisión, un modo de resolver los problemas. Entonces también vamos a heredar los mismos conflictos…
Lo que los hijos pequeños necesitan es simplemente una madre y un padre. Si queremos hacer algo distinto de lo que tuvimos, admitamos en principio, no tenemos idea de qué es lo mejor para ellos. Al menos por un momento. Volver a revisar quien quiero SER con mis hijos desde una mayor conciencia.
Lo que sí sé, es lo relativo a mi función como madre o padre: cuidado, alimento, educación, facilitarles las herramientas para saber estar en el mundo. Pero acerca de la felicidad… no creo saber de qué se trata la experiencia de felicidad para quien vaya a ser mi hijo, o para los hijos que ya tengo. Admitamos, cuánto depositamos en nuestros hijos de nuestras expectativas acerca de la felicidad, y de la realización de nuestras propias frustraciones.
Podemos aprender a observarlos, a escucharlos, a acompañarlos a expresarse, y comprender que ellos nos pondrán de relieve todo el tiempo nuestros propios programas y libretos familiares que podemos reconocer, revisar y reelegir o no.
Quizás podamos dejar de resistir internamente y Crear con nuestros hijos una historia que aún no ha sido escrita.
Toda la información que se guarda en el archivo transgeneracional es para el beneficio de todo el sistema que se autorregula. Como un organismo vivo es decir como una manada o como una colonia de bacterias si fuésemos un organismo unicelular. Aunque se manifiesten como patrones de bloqueo o repeticiones de dramas. Siempre tienen como objetivo los programas, la supervivencia del sistema familiar y su perpetuación. Desde este punto de vista, estos patrones no son morales, ni buenos, ni malos. Son vitales.
Pero cuando un individuo de ese sistema familiar adquiere información importante para la supervivencia de todo el sistema inmediatamente esa información se guarda, se actualiza y queda a disponibilidad para todos los integrantes del sistema. Y esto funciona fuera del tiempo cronológico, es decir, la nueva información es tanto para los que ya se han ido físicamente, como para los que vendrán.
Los hijos van a aprender de nuestro ejemplo, no de lo que le queremos enseñar, eso es adiestramiento. Como padres, nuestra mayor responsabilidad, es ocuparnos de nuestras vidas en la vía de la mayor coherencia con nosotros mismos. De que tenemos sueños y vamos por ellos. Encarnando la mayor congruencia entre nuestros pensamientos, actos y emociones. A través de este proceso personal, nuestros hijos tienen el permiso para escuchar su corazón y darle importancia a sus anhelos más profundos. Eso no se enseña con palabras. Lo que podemos hacer por nuestros hijos es darles herramientas, poner a disponibilidad los recursos. Ellos verán cuales quieran tomar. Esa es la tarea si queremos cuidar la herencia transgeneracional de nuestros hijos.
Trabajar nosotros con el árbol para nosotros mismos. Identificar aquello que el Árbol quiere dejar fuera, excluido. Incorporar cada uno de sus elementos para armar un todo coherente y armonioso.
El trabajo terapéutico transgeneracional colabora ofreciendo las herramientas para conectar con el tesoro de recursos y posibilidades que nos ofrece nuestro árbol genealógico y la autorización que me puedo otorgar de experimentar nueva información de vida.
Lic. María Eugenia Calvo