Hay que distinguir aquello que se guarda porque pertenece a mi intimidad y como tal, es información que pertenece a mi crecimiento personal; de la información que involucra a otros por ser silenciada. Es decir aquello que guardo por vergüenza, que callo porque duele demasiado, o porque simplemente “de eso no se habla”, y por sobre todo, por CULPA.
Aquí podemos distinguir entonces una cosa de otra. El dato que separa esta distinción es la culpa. La culpa que siento por entristecer al otro, de hacerlo sufrir, de romper su confianza, de haber roto una fidelidad.
La CULPA nos indica el camino de que allí hay lealtades inconscientes con mi sistema de vínculos ( familia, amigos, sociedades, etc.) que estoy incumpliendo.
Esto es lo que sucede en todos los sistemas familiares. Y desde la lectura del Transgeneracional hay que entender que la historia de nuestros antepasados, sigue viva y latente guiando gran parte de nuestra conducta presente. Son guiones prearmados que tomamos sin mucha opción desde que estamos en la panza de mamá. Son las reglas que aceptamos para pertenecer. Y esto es muy importante, pues es un dato arcaico de nuestra biología, es nuestra memoria animal que nos impulsa, desde la supervivencia, a formar parte de la manada. Fuera de ella, estamos en peligro de muerte.
Lo que no se habla, lo que no queda dicho está condenado a perpetuarse desde el silencio y ello puede manifestarse en nuestras vidas de diferentes maneras:
Y muchas expresiones más.
El dato más importante de toda esta lista es que siempre va acompañado de una sensación de malestar en la vida, de que hay algo que tengo que cambiar, de que hay algo que anda mal, frustración, resignación.
El estudio del Transgeneracional, abre una nueva perspectiva a estos conflictos, comprendiéndolos dentro de un contexto mayor y con una lógica de supervivencia que se viene repitiendo en una historia a la cual pertenezco.